Talud – Libro de Poesía de Aleisa Ribalta
En Talud hay un movimiento pendular en sus temas: la urbe, que es ruido; la playa, que se traduce como soledad o silencio, con su agua caribeña masajeando las orillas, o alguna orilla añorada.
La tierra, un astro, y el universo, conjunto del que somos parte. En sí parece que se morfoliza un movimiento en dos ejes, creando en mí el efecto visual de un crucifijo de luz. De arriba abajo, de derecha a izquierda, y a veces como un péndulo multiaxial.
Parece que el tema es el amor o el sexo, pero es eso y la reflexión de lo que uno es a través del amor o el sexo. Es oleaje desprendido de las páginas blancas con tinta negra.
El tiempo es tan impersonal hasta que nos llega la hora de usarlo. Ir por los niños, al trabajo, a una cita amorosa. Elemento extraño que nos acerca a otra dimensión, a la que no tenemos manera de modificar, sino cuando entramos al mar de los sueños, donde la vida es tan rica. Le preocupa el tiempo a Aleisa.
Los latinoamericanos somos policrónicos. En este libro lo siento hasta en sus memorias, en lo que, quizá, nombra como tiempo. No te preocupes, hay más tiempo que vida. Eso lo hablábamos con Dominic Williams cuando le conté los dichos de mi padre.
Hay poesía en la ciencia, no veo por qué no debería haber ciencia en la poesía. Alguna vez escuché decir a Marco Aurelio Denegri, el comentador cultural peruano, que los términos técnico-científicos no caben dentro de la poesía. Estoy en total desacuerdo con él y más de acuerdo con Talud, porque abraza la actualidad, la versión novísima de lo que supuestamente comprendemos de nosotros mismos aquí y ahora. En Talud el lenguaje también es pendular y con su base en siglo XXI.

Salta en las locaciones terráqueas, como un grillo inquieto, Talud es viajero del aire y del agua. Todas las costas, todos los vientos. El mundo todo, quizá desde Suecia el cuerpo, quizá desde Cuba el alma, o desde el universo tripartito humano que compone Aleisa ¿y por qué no tetrapartito ya que hablamos del tiempo?
Está claro, además, que la filosofía es una articulación científica con clave poética en no pocos casos. Lo digo en defensa de la filosofía y la ciencia en la poesía. Son un canal de comunicación pristino, un protocolo con los mismos puertos de conexión. Eso es lo que practica Talud en su jugueteo y ronroneo (perdone usted la cacofonía).
Además, observo que los latinoamericanos hablamos de filosofía como una forma natural de pensar, porque somos utópicos, además de barrocos y condensados en esa síntesis extraña de la historia humana general que nos ha dado una historia propia.
Creo que como latinoamericanos podemos decir que todo es nuestro, aunque no lo administremos. Esta declaración tiene que ver con la flexibilidad en que podemos abordar todos los mundos y mimetizarnos en ellos. Es como si todos los metales estuvieran dentro de esa identidad saturada de magias, brujerías y religiones del dólar heterosexual (citando a Ginsberg). Talud es una prueba de mi argumento, porque orgánicamente se habla de poesía, Nietzsche o Hawkings. Un barroquismo científico, como barroca es nuestra comida, nuestra arquitectura, música, moda, identidad.
Y para terminar, el humor que canta en el libro. Así pues, el poemario se sube a un despeñadero y se lanza en salto mortal con el lector en sus brazos.
Un buen libro.
FIN.