Sexo con mucho aceite y bits

«Yo no sé cómo hablar con las mujeres. Si fuera guapo y adinerado, quizá ellas vendrían a mí.» dice Zheng Jiajia, un joven chino de una treintena de años, quien ha decidido casarse con su novia, una hermosa androide llena de cables, metal, aceite y material prostético. Él la ama con la fuerza de un tsunami, la novia es sumisa y le propone diálogos relativamente sensillos y hasta triviales.

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Casos como el de Zheng ya van aumentando en el mundo. Gente que se casa con hologramas producidos por computadoras, acercando el mundo virtual, siendo el protocolo perfecto para los orgasmos entre especies distintas.

Tal es el caso de Akihiko Kondo, un hombre japonés en la mitad de sus trentas.

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Ambos las escogen a su preferencia: bonitas, curvadas, relativamente sensillas es sus ideas, que sepan dar buenos orgásmos y que se presenten solo cuando estén de buen humor.


Para el caso de Fei Liu, una jóven estadounidense se acerca a su sueño de construír su propio robot, y así lograr que él la toque de la menera que quiera y que le ayude en su vida cotidiana. Ésto sin mencionar los robots de pene biónico que ya se anuncian en el mercado del entretenimiento sexual. Fei Liu cree que para el 2052 todos estaremos casados con nuestros robots sexuales, tomando como base lo que apuntan sus referencias científicas del mundo del sexo.

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Es muy probable que llegue el momento en que gracias a las pugnas entre los diversos sexos en este siglo, las personas cada vez más desesperadas por conseguir afectos obtengan sus juguetes sexuales, compañeros inseparables, que con un poco de mantenimiento, aceite y algo de reprogramación en lenguajes como Java o Python, tengan reajustes psicológicos y mecánicos. En tanto que el servicio tenga demanda, la democratización del sexo con máquinas, la automatización del amor será una realidad virtual o no virtual. Dependerá del gusto.