A manera de introducción debo confesar que, de los países que conozco, solo en Nicaragua había experimentado la presencia tan directa de un poeta en la cultura cotidiana. Aunque sea o no leído el centroamericano Príncipe de las Letras, Rubén Darío, todos los nicaragüenses saben quien es y que hasta cierto punto tiene una posición importante en el mundo literario en lengua castellana. Para los rusos esa posición es ocupada por el poeta Pushkin, quien es una especie de fantasma ubicuo, omnipresente, total.
A Pushkin se le compara con Shakespeare en lengua inglesa, a Goethe en germánico o al mismísimo Dante en italiano. Como prueba de esta declaración hiperbólica y cierta, durante el reciente 5 junio de 2019 el aeropuerto de Moscú fue renombrado como “Sheremetyevo Alexander S. Pushkin International Airport”. Hay un estatua al entrar al aeropuerto en donde se ve al poeta recitando alguno de sus poemas en voz alta. Hay en Rusia más de una decena de estatuas de Pushkin, haciéndolo presente sin tregua.
La sensación que deja el hecho que un personaje literario sea tan valorado dice mucho del temperamento nacional y de su construcción identitaria. Además que la literatura rusa es un templo de gozo y sabiduría con figuras como Gogol, Dostoievski, Tolstoi, Bulgakov y Chejov por nombrar lo más conocidos. De lo que pude delimitar en mi visita a este país en junio de 2019, puedo dar fe que para el ex-soviético país hay algo sumamente importante en su literatura y en la victoria de la segunda guerra mundial. Son dos de sus trofeos mejor valuados.
Uno de mis primeros regalos de amigos moscovitas fue un libro de la poesía de Pushkin. Es la primera carta de presentación del país a nivel cultural. Eso habla muy bien del espíritu de aquella gente que, debido a la guerra, se encerró en un preciosísimo museo, que se han dado el lujo de usar como Metro, donde seguramente se daban fuerzas haciendo hijos, vendiendo mercancías diarias, sonriendo y cantando en aquel ecoico espacio, hoy día pletórico de ruido, vértigo y arte en las paredes. ¡Una maravilla!
Pushking modernizó el lenguaje ruso. Es el quiebre de un mundo de significados a otro. Creador de un nuevo universo afectivo con sus respectivas metáforas. Es el punto de inflexión del espíritu, el cambio de concavidad de una función vital en el organismo sensorial humano.
¡Ese es el poeta Alexander Pushkin!