Un hombre sueña que está soñando. Cuando piensa que despierta imagina voces, de las cuales se desprenden espejos y laberintos conceptuales que le atormentan en una eterna vigilia, quién sabe si verdadera. En sus múltiples despertares, siente que es él mismo quien transmite esas voces que le someten a estados de sobresaltos no secuenciados, para terminar en un danza-delirio de cuerpos atropellados por la acumulación sísmico-sonora-movimiento.