Embriaguez, sublime realidad

Poeta Charles Bukowski
Foto de portada: Charles Bukowski, hombre ícono de poesía y embriaguez.

Me gusta la embriaguez, porque es una forma de realidad no lineal. El tiempo es elástico: se compacta, se expande o se para. El estado etílico es el óptimo para idealizar todo, es el momento más hermoso en apoteosis. No hablemos del estado post embriaguez, porque ahora mismo solo vale hablar del amor.

Los momentos más sublimes de una persona, antes de su ocaso, son en el alcohol. Las conversaciones más acaloradas se dan al ritmo del vals de las botellas. En el sonido de la colisión al celebrar la embriaguez. ¡Salud! Dicen aquellos seres sometidos al gran vicio de la alegría efímera.

Al fondo del vaso van quedando las ilusiones. En un momento se depositan los recuerdos. La embriaguez es una máxima filosófica, la explosión compactada en cada trago. Es una danza de perdición deliciosa. Es el ocaso más hermoso.

El licor, hecho con perfección religiosa en la fábricas del pecado líquido, dan al ser humano, hombre y mujer, el derecho a existir y dejar de hacerlo a través del placer. El arte de hacer tragos para el espíritu es antiguo y natural. La fruta libante, fermento que da el efecto de amor y perdición en nosotros los animales humanos se vuelve tan eterna como nuestras verdades principales, que mueren con el sol de cada día.

En un ejercicio sobre el acto de beber, se debe pensar además, en cuál es el lugar idóneo para hacerlo. En cuáles son las condiciones exactas y las personas requeridas para las libaciones. Aquí un gran misterio de las dinámicas sociales y los afectos personales. El gran bebedor sabra opinar algo al respecto.

En todo caso, la embriaguez del alcohol es una realidad sublime.